Un grupo de bodegas nacionales está redescubriendo los
orígenes vitivinícolas del país con la producción de vinos de calidad
provenientes de cepas ancestrales que con el paso del tiempo habían caído en el
olvido.
Cepas de origen europeo como la carignan, la moscatel de
Alejandría o la uva País están renaciendo de las cenizas gracias a la
implicación de varios viticultores de la región austral.
“Se trata de rescatar las raíces. Es una nueva visión de cómo
hacer un vino distinto con una uva que se la había considerado bastarda”,
señaló Yenko Moreno, director del centro tecnológico de la vid y el vino de la
Universidad de Talca, a 200 kilómetros al sur de Santiago.
En 2008, la bodega Miguel Torres, que cuenta con 350
hectáreas de viñedos concentrados sobre todo en el valle central, inició un
proyecto para elaborar un espumoso con la uva variedad País.
Conocida también como Listán Prieto, esta cepa, originaria
de las españolas Islas Canarias, fue implantada para la producción de vino de
misa por los españoles que conquistaron Chile hace más de 500 años. A pesar de
este larguísimo lapso de tiempo, con cerca de 15.000 hectáreas cultivadas en la
actualidad, esta parra se ha mantenido en la región para convertirse en una de
las variedades más utilizadas para producir vino de mesa de forma masiva.
De
esta modesta cepa, la bodega Miguel Torres creó el Santa Digna Estelado, un
vino rosado que, siguiendo el mismo patrón de elaboración que el champán
francés, fue considerado por la asociación sectorial Wines of Chile como el
mejor espumoso de 2011 en el país austral.
“Lo bonito es que estas uvas provienen de cepas de 150 años
de edad de viticultores que no les daban nada y ahora pueden decir que salió el
mejor espumoso de Chile en 2011 y para nosotros es un orgullo recuperar este
patrimonio”, asegura Miguel Torres, responsable en Chile de estos viticultores
de origen español.
Otra de las especies que está siendo recuperada es el
carignan, una cepa tinta presente en Francia y en el noroeste de España que
llegó a Chile hace más de 60 años para mejorar el vino producido con la uva
país. Según apunta Yenko Moreno, en sus primeros años de vida esta parra de
secano produce “vinos de poco color y de poca calidad”. Una variedad que, sin embargo, cambia sus propiedades de
forma radical al envejecer, momento en el que la uva se transforma y aumenta su
calidad consiguiendo una “intensidad y aromas muy complejos” que permiten
elaborar vinos de mejor calidad, indica Moreno.
Ante las potencialidades de esta cepa, las bodegas Miguel
Torres y once productores más del Maule, una zona de viñedos emplazada a 350
kilómetros al sur de Santiago, han reactivado el cultivo a pequeña escala de
una especie de la que nacen vinos similares a los que se producen en la región
catalana de El Priorat.
“El vino chileno es percibido como un vino de buena calidad
y más o menos asequible y lo que hay que demostrar es que si pagas un poco más
puedes conseguir un producto mejor.
La idea es competir más con España, con Francia, con Italia,
que son países que tienen un márketing muy bueno”, enfatiza este experto.
Así pues, queda comprobado que un equipo de expertos es capaz de encontrar aquellos tesoros que el paso de los años ha enterrado o ha dejado en el olvido y ponerlo en manos de la meteorología de del destino para que vuelva a tener la misma potencialidad que antes.
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